El Zaragoza gana en la rueda de la fortuna
El miedo del Celta y de los aragoneses condujo la final de Copa hacia los penaltis
SANTIAGO SEGUROLA - Madrid - //
Pasada la medianoche -una hora improbable para el f煤tbol- s贸lo quedaba el aliento de la marea de hinchas que hab铆an convertido el Manzanares en una noche de fiesta, dispuesta cada afici贸n a palpitar con la ruleta de los penaltis que designaron al nuevo campe贸n de Copa. Fue el Zaragoza, un equipo con tradici贸n en este. torneo. El desenlace tuvo la propiedad de seguir el camino de un partido tenso y trabado, muy taca帽o en las 谩reas. Apenas hubo sitio para el juego, cada vez m谩s rebajado por el apret贸n que sufr铆an los dos equipos. Naturalmente se produjo la pr贸rroga, en medio de aquel p谩ramo futbol铆stico. Y luego, los penaltis, una suerte que tiene que ver m谩s con el dominio de las emociones que con la justicia del f煤tbol. Para la historia quedar谩 el nombre de Alejo, el 煤nico que fall贸 su tiro en el carrusel de especialistas. Le pudo la emoci贸n y el cansancio. Peg贸 mal a la pelota, y medio levant贸 un terr贸n del suelo. Cedr煤n s贸lo tuvo que acostarse para acunar el bal贸n. La mitad del estadio estall贸; la otra mitad pleg贸 sus banderas y admiti贸 la derrota.Nada se sali贸 del libreto previsto. Cada equipo fue fiel a su estilo en un partido que fue m谩s festivo en las gradas que en el c茅sped. El Zaragoza present贸 sus poderes frente a un rival que admiti贸 su inferioridad desde el principio. La diferencia estaba en el talento. El Zaragoza dispone de una n贸mina excelente de futbolistas, gente con manejo, imaginaci贸n y llegada. En este punto, es un equipo que ha resuelto adem谩s sus viejos problemas en el centro de la defensa. C谩ceres se ha impuesto como un central magn铆fico, con jerarqu铆a en cada una de sus acciones. La propuesta del Zaragoza era superior, pero eso estaba en los pron贸sticos.
El Celta es un equipo que se apa帽a la vida con poca cosa: jugadores muy viajados, extranjeros baratos y una carencia apreciable de calidad. Su supervivencia depende de factores que dependen m谩s de la disciplina y la atenci贸n que del talento de sus futbolistas. Una vez m谩s, el Celta admiti贸 su inferioridad de una manera consciente, un anzuelo que tiende sin disimulo a sus rivales. El equipo de, Rojo mira sus ahorrillos, saca cuentas, es vigilante.
Especula. Ah铆 reside su fuerza. El Celta crece a partir de la humildad. No hay un rasgo de soberbia en su juego. En la final, dej贸 la pelota al Zaragoza, se tap贸 junto a Ca帽izares, pas贸 al gunos momentos de dificultad y luego comenz贸 a ajustarse a su f煤tbol, un estilo que desgasta y complica la vida a cualquiera. En la segunda parte, el Zaragoza ten铆a esa piedra en el zapato y estaba fuera de la onda que ha mantenido durante una temporada magn铆fica. Hab铆a dejado pasar su oportunidad en la media hora inicial.
Antes de que el Celta atrapara el partido que quer铆a, las condiciones fueron favorables al Zaragoza. Durante media hora dispuso de la pelota y practic贸 su juego. Eso signific贸 un f煤tbol elaborado, con el bal贸n por el piso y el toque elegante. Era el papel que le correspond铆a. El Celta tambi茅n acept贸 el suyo. Agrup贸 a la mayor铆a de sus jugadores en una posici贸n defensiva, a expensas de los pelotazos a Gudelj. En realidad, quer铆a jugar con la ansiedad del Zaragoza, cuya obligaci贸n pasaba por cumplir con su condici贸n de favorito. En ese tramo, la solidez del Celta residi贸 en Ca帽izares. Salt贸 con decisi贸n a por el primer bal贸n sobre el 谩rea y desde ese momento se sinti贸 invulnerable. El Zaragoza le apremi贸 en dos ocasiones. La primera fue un mano a mano con Higuera. El portero no se comi贸 el amague y aguant贸 en pie, como es la obligaci贸n de los buenos porteros. Luego se estir贸 a por la pelota y se la llev贸 con una naturalidad portentosa. Por ese lado no iba a fallar el Celta, como se vio tres minutos despu茅s en un cabezazo de Gay que desvi贸 Ca帽izares junto a su palo izquierdo. Aquello fue lo mejor que se labr贸 el Zaragoza durante todo el partido. Ten铆a la pelota y la jugaba con m谩s criterio que el Celta, pero pronto dio la sensaci贸n de que el partido comenzaba un lento viraje.
En los 煤ltimos minutos del primer tiempo, el Celta estaba donde quer铆a. El Zaragoza se sent铆a inc贸modo, sin fluidez, cada vez m谩s agarrotado. Ese escenario conven铆a al equipo de Rojo. Quedaba por ver su capacidad para transformar su arsenal defensivo en materia de ataque. Nunca se ha distinguido el Celta por el riesgo, acostumbrado a vivir en la cuerda, y eso traicion贸 sus posibilidades en la segunda parte. Tuvo el m茅rito de desenganchar al Zaragoza de su juego, pero le falt贸 contundencia y claridad para llevarse la final en el segundo periodo, cuando su adversario se atasc贸. S贸lo se gan贸 el derecho a provocar una estirada de Cedr煤n, muy meritoria, en aquel cabezazo de Salva que llevaba la firma del gol. El portero hizo un acto de justicia. El partido merec铆a aquel empate, aquellos dos ceros, la pr贸rroga y los penaltis. Es decir, ped铆a una decisi贸n extrafutbol铆stica. Y as铆 ocurri贸. Pasada la medianoche, la tensi贸n super贸 a Alejo, y su error fue decisivo para entregar la Copa al Zaragoza. La cuarta en la historia del equipo aragon茅s.