
Eduardo Fernández (A Cañiza, 1975) lleva trece años siendo el despertador de A Madroa.
Llegó al club «por medio da miña muller, que traballaba aquí». Había una vacante para el puesto, lo pusieron a prueba y se quedó.
Desde entonces llega a las instalaciones deportivas del Celta todos los días a las siete y cuarto de la mañana,

Edu confiesa que vive el Celta en primera persona, pero con el paso del tiempo ha aprendido a dominar sus instintos. «Son moi nervioso, pero cos anos vas cambiando. Ata que chega xaneiro ou febreiro, un pouco máis tranquilos, logo a partir de ahí vendo a situación na táboa é cando empezas». Desde la milagrosa salvación ante el Espanyol ya se cree cualquier cosa.
Para el utillero, el Celta ya era un sentimiento antes de aterrizar en A Madroa. «É o equipo da miña cidade e xa o vivía antes de traballar aquí, pero estando aquí dentro o vívelo máis. Esto non é unha empresa normal, senón que o vives cun pouco de paixón», admitiendo que todos los trabajadores de la entidad se llevan el trabajo a casa: «Traballando no fútbol, acabas levando o traballo á casa, iso seguro».
Durante este tiempo ha tenido tiempo para coleccionar amigos alrededor del balompié. En el caso de los jugadores, acaban siendo compañeros «porque pasas moito tempo con eles», aunque la relación siempre será profesional, salvo «cando toca» pasar al capítulo personal.